Víctor Hugo, novelista francés, fue uno entre los que entendieron, tal y como lo expresó en una famosa frase, que no son las máquinas lo que mueve al mundo, sino las ideas. Fue una idea lo que produjo la primera máquina, y ciertamente no al contrario. Siempre ha sido así y lo seguirá siendo. Fue una idea lo que trasformó al hombre prehistórico en civilizado, cuando su marginación le permitió descubrir que manipulando piedras podía construir instrumentos. Es precisamente esta virtud mental innata en el ser humano lo que nos caracteriza y hace tan particulares distinguiéndonos del resto de la vida en el planeta: la capacidad de manipular drásticamente nuestro entorno.
Por medio de su inventiva el
hombre primitivo pudo percatarse que al frotar algunos tipos de piedras entre
sí estas obtenían un filo, y de allí eventualmente utilizarlas para sacar
cuerdas de las fibras de las plantas y con las cuales poder fabricar los
primeros cuchillos para la cacería, cortar pieles y hacer ropaje con que
abrigarse. De allí los primeros utensilios. Esa disposición mental siempre
presente en el hombre le permitió algún día darse cuenta que con sus instrumentos
podía manipular la tierra, sembrarla, ponerla a producir y cosechar sus frutos,
lo que le permitió ahorrarse laboriosas y peligrosas cacerías y convertirse de
nómada en sedentario.
Mientras aquel hombre
nómada se organizaba en pequeños grupos o clanes dedicándose principalmente a
la cacería del día a día para poder sobrevivir; con el establecimiento de los
primeros asentamientos se transforma radicalmente la forma de vivir de la
humanidad en un proceso que se le conoce como la Revolución Neolítica: nacen la
agricultura, la ganadería y la acumulación de reservas alimenticias. Mediante
este proceso aumenta la densidad en las poblaciones, lo que da origen a nuevas
actividades y a la planificación de largo plazo. La escritura, artes, la
política, división de clases, el concepto de propiedad, las religiones,
ideologías y la centralización de la administración, es decir la sociedad
estructurada y compleja que distinguieron a las primeras civilizaciones de la
historia, nace como consecuencia de aquellos lentos y graduales nacientes primeros
pasos. Nuestro mundo, condiciones y estado actual de cosas no es una casualidad
ni tampoco algo necesariamente inevitable, sino un legado, consecuencia de una
larga cadena de incontables decisiones tomadas en el pasado comenzando con aquellos
lejanos antecesores quienes un buen día eligieron modificar su modo de vida
cambiando así para siempre el destino de la humanidad.
Toda obra producida por el
hombre fue en algún primer momento necesariamente alguna fugaz idea o elemental
elaboración mental. Toda la historia conocida, invenciones, descubrimientos,
errores y cambios que en este milenario proceso de trasformaciones nos ha
llevado desde las cavernas hasta vivir en las modernas y caóticas metrópolis de
la actualidad tiene origen en esa facultad tan distintivamente humana: la de
cuestionar las cosas y de crear proyectando y plasmando visiones. Lo que nos ilustra
esta historia es el enorme poder que tienen la mente y el pensamiento en
afectar nuestro mundo y en crear nuestra realidad. La mente lo es todo, como afirmó
Buda. Lo que se espera es que esa formidable facultad sea utilizada para bien y
no para destruir.
“Con
nuestros pensamientos hacemos el mundo. “
Buda
No comments:
Post a Comment