Es algo extraño que Dios, luego de haber creado al hombre soberano y con la facultad de poder elegir, es decir con el libre albedrío, pues decida intervenir imponiendo toda una serie de prohibiciones. Tal es una de las cualidades de Dios como se referencia en varios pasajes bíblicos.
No robarás, no cometerás adulterio, no matarás,
entre otros dictámenes, le enjuició Dios a Moisés. No comerás del fruto
prohibido, le ordenó a Eva. Algunos mandamientos son patentemente obvios, otros
quizás menos; pero ¿no es acaso extraño que
ese Dios bondadoso y de amor incondicional de numerosas religiones sea
al mismo tiempo, por lo menos en la tradición judío-cristiana,
contradictoriamente un Dios condicional, prohibitivo y punitivo, además de suspicaz
de su propia creación (como por ejemplo cuando le exigió una prueba lealtad a Abrahán)?
Aparentemente su omnisciencia no le permitió conocer de antemano la futura voluntad
de Abrahán ni la de Eva cuando esta eligió desobedecer sus órdenes de no comer
el fruto prohibido. O bien estamos en presencia de un Dios imperfeto,
desconfiado y malicioso, o bien no es ni omnisciente, ni omnipotente, ni
incondicional.
El Dios bíblico nos crea dotándonos con necesidades
y habilidades, para luego paradójicamente intervenir en un segundo tiempo
queriendo restringir su uso, imponiendo toda una serie de reglas y castigándonos
por esa nuestra imperfecta naturaleza humana que Él mismo creó. ¡Qué extraño
que la divinidad se vea en la necesidad de rectificar! Sin embargo, Si Dios es
perfecto, y si nos creó dotándonos con la opción del libre albedrío y otras capacidades,
pues habrá sido porque su intención fue precisamente para que las utilizáramos,
a pesar de sus posibles ramificaciones negativas. De lo contrario, y siguiendo
un razonamiento que va más allá de lo meramente teológico, pues sencillamente Dios
pudiese haber hecho a menos de habernos implementado dichas aptitudes.
Esto por supuesto no excusa en manera
alguna el ejercicio de la maldad, ni el violar sanos principios como no robar o
no matar, así como tampoco niega la divinidad; sino más bien se trata de llevar
a cabo el estudio crítico y escrupuloso sobre la naturaleza de la realidad, lo
cual incluye aquello que llamamos Dios. Si Dios nos creó dotándonos con la
facultad de la razón y con la capacidad de dudar, pues fue para que pudiésemos
cuestionar todas las cosas, incluyendo al mismo Creador. Ese es el significado
del ejercicio del libre albedrío. Existen pecados que no se prohíben en los
principales mandamientos, algunos de suma gravedad como por ejemplo la
violación; mientras que una práctica denigrante como la esclavitud está permitida
en el Antiguo Testamento. ¿Acaso omitir explícitamente la prohibición de un
determinado mal avala su práctica? Por supuesto que no. La espiritualidad, que
es una experiencia íntima, trasciende la religión.
Es precisamente el intelecto lo que
permite la contemplación de lo divino. La religión no es imprescindible para la
moralidad, el progreso y la sana convivencia humana; la empatía y un elevado
nivel de conciencia sí lo son.
“Honrad la
Religión, desconfiad de las religiones”
Máxima
taoísta
No comments:
Post a Comment