Seguramente no será una casualidad el hecho de que las palabras libro y libertad compartan la misma raíz latina “liber”. A pesar de que utilizamos dos vocablos distintos para referirnos a estas dos expresiones, en realidad se pudiera decir que ambas representan una misma cosa. Se puede argumentar que los libros, o textos, y la libertad son sinónimos o equivalentes porque es una incongruencia que pueda existir el uno sin el otro. El conocimiento necesita de la libertad para que se divulgue y pueda prosperar; y la libertad sin conocimiento está siempre en peligro, es precaria.
La mayor parte del conocimiento que posee la humanidad proviene de textos. La escritura sigue siendo, después de milenios, la forma más elemental, económica y para muchos casos quizás también la más apropiada para trasmitir informaciones, ideas e historias. El conocimiento es el motor del progreso, cambio y avance en la condición humana. La libertad es la precondición, ingrediente sine qua non para que todo ello ocurra y el hombre pueda alcanzar su máxima expresión.
El conocimiento es poder, como decía el filósofo, científico y estadista británico Sir Francis Bacon. Pero debe ser plasmado, escrito y difundido para que la sociedad se beneficie, ya que de lo contrario la nación no progresa, se estanca. La Inglaterra de Francis Bacon de finales del siglo XVI era pobre, ignorante, atrasada y aun no era la potencia global en la que se convertiría un par de siglos después. Bacon, una de las mentes más brillantes para esa época, avocaba la importancia y la necesidad de difundir la cultura y el conocimiento entre la población. Se reunió con intelectuales, artistas, poetas y escritores y mejoró el lenguaje unificando los varios dialectos que en ese tiempo existían; lo refinó e introdujo términos nuevos para enriquecer y expandir las latitudes del idioma. Mientras era canciller promovió la traducción de clásicos griegos al inglés y la publicación de autores locales popularizando y democratizando el conocimiento, y, siendo dueño de una imprenta, procuró la expansión de material literario subsidiando los precios para el beneficio de la población. Sus esfuerzos produjeron una explosión en la cultura literaria y teatral en la Inglaterra de aquel siglo. Bacon es también reconocido como un pionero de la Revolución Científica, y muchos le atribuyen a sus esfuerzos por difundir el conocimiento y la obra literaria en la población, el subsiguiente progreso económico, científico y cultural logrado por ese país y posterior preeminencia en el escenario global.
El conocimiento no solamente debe ser escrito y difundido sino fertilizado constantemente, debatido abiertamente y profundizado. Hay que cultivarlo y desearlo puesto que no llega por sí solo. Como no tiene limitaciones nadie es su propietario y todos tenemos algo que aportar; y mientras más se le explore, estudie y propague, como nos demuestra la historia más la sociedad crece y se beneficia.
“Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres “
Heinrich Heine (1797-1856) Poeta alemán.
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