Un oxímoron, vocablo
que nos viene del griego, es una expresión que combina conceptos opuestos
creando una contradicción en términos, como por ejemplo: silencio atronador,
calor helado, instante eterno, luz oscura, etc. Como formas de expresión son
bastante innocuas; se utilizan principalmente para impactar o crear un tercer
significado. Sin embargo, hay oxímoros algo más tenebrosos y no tan
inofensivos.
Uno de los oxímoros
más perversos es el de la “guerra humanitaria”, el cual evidentemente es una
contradicción en términos, puesto que no se puede ser humanos destruyendo
vidas. Es perverso porque el hecho de que tantos crean que una tal cosa sea
posible, que una guerra pueda ser bondadosa, altruista y tener como fin las
mejores de las intenciones, permite precisamente el que ocurran tales
barbaridades e injusticias en su nombre.
La historia está
repleta de guerras, intervenciones y atrocidades conducidas bajo el pretexto
humanitario. La guerra de Irak comenzada en 2003 fue, y aun es, promovida al
público estadounidense como una tal intervención humanitaria, con el caritativo
fin de “democratizar” y ayudar aquél país. La mission civilisatrice de la Francia colonizadora de finales del
siglo XIX fue el principio que racionalizaba, excusaba la intervención francesa
en lugares como Algeria e Indochina. La colonización portuguesa en África
persiguió fines similares con una análoga racionalización de sus
intervenciones. En otras palabras, se interviene no para explotar, controlar ni
imponer, sino para generosamente modernizar y civilizar aquellas poblaciones
designadas como menos afortunadas. “La carga del hombre blanco” fue un lema que
se popularizó en EEUU a partir de principios del siglo XX el cual celebraba y
justificaba la política imperial, tanto británica como norteamericana, no
solamente como una noble empresa, sino también como una altruista obligación
del hombre blanco con respecto hacia aquellas poblaciones consideradas
inferiores. Hitler estaba “protegiendo las minorías” en Polonia y
Checoslovaquia. El exterminio de enteras poblaciones indígenas en las Américas
fue conducido bajo los auspicios de la humanitaria conversión de los “salvajes”
en cristianos. Y así.
Podrán existir
acciones humanitarias dentro de un conflicto y quizás guerras justas; mas no
guerras humanitarias. Tanto la misión civilizadora como la carga del hombre
blanco son racionalizaciones que se hacen no como intento en la búsqueda por
comprender o explicar absurdas políticas de invasión o colonización, sino
pretextos promovidos por el poder que se popularizan con el fin de justificar
la conducción de tales políticas por parte de los gobiernos.
Desafortunadamente, a pesar del estado avanzado de países como los EEUU y otras
democracias, y de la proliferación de la información, una buena parte de sus
poblaciones genuina e inocentemente cree en tales pretextos. En otras palabras,
es la propaganda y el engaño perpetrados por un poder histórico y mediático tan
dominante, sublime, de alcance global y supremamente hábil capaz de manipular
la realidad y mentes de millones convirtiendo, al mejor estilo orwelliano, la
imposición en liberación, las mentiras en verdades, lo negro en blanco, la
guerra en paz.
“La obra maestra de la injusticia es
parecer justo sin serlo.”
Platón (427 AC-347 AC) Filósofo griego.
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