Según varios estudiosos los textos del Antiguo Testamento han de
considerarse no en el usual contexto religioso, sagrado o divino, sino como
documentos históricos y puestos al escrutinio del análisis científico. La
biblia es en realidad un libro fascinante, pero lo es aún más cuando se le
descontextualiza de su supuesto origen teológico y se le investiga bajo un
enfoque secular.
Uno de los episodios bíblicos más conocidos pero a la vez menos estudiados es
el del encuentro de Moisés con Dios en la montaña. Es llamativo el hecho de que
Moisés, al encontrarse nada más y nada menos que cara a cara con la majestuosidad
del Ser Supremo Creador de todo el universo, pues la primera y única cosa que se
le ocurra preguntarle sea un trivial ¡cómo se llama! ¿Porque existe el universo
y cuál es el sentido de la vida? ¿Qué hay después de la muerte? ¿Somos la única
creación? Son un pequeño repertorio entre las numerosas interrogantes existenciales
que desde siempre han atormentado la mente del hombre pensante y que el
Arquitecto Creador del Cosmos debería estar en grado de aclarar. Entonces pues,
¿porque ante semejante oportunidad de esclarecimiento y diálogo se exprese en
su lugar una pregunta tan banal? Considerando que Moisés no era cierto ningún demente ni limitado en sus facultades pensantes, ¿que nos sugiere en sí esa pregunta sobre la naturaleza de Jehová? En relación a esto varios pasajes del antiguo testamento sugieren no un Dios espiritual, trascendente e inmaterial, sino todo lo contrario: un ser físico y concreto. Por ejemplo: en Éxodo 33:18-23 Dios le dice a Moisés “te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano y verás mis espaldas, pero no se verá mi rostro”. En Génesis 3:8 Adán y Eva “oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba por el huerto”. Y en génesis 8:20-21 “Al percibir Jehová olor grato”, Dios parece tener receptores olfativos, y además una extraña particular preferencia por el olor de carne quemada.
En fin, Dios tiene rostro, espaldas, manos, piernas, cuerdas vocales, camina y hasta se le puede ver. Éxodo 24:9-11 confirma su esencia material: “Subieron Moisés y Aarón…y vieron al Dios de Israel”. Pero más al punto: ¿Que le hace presumir a Moisés que Dios necesariamente tenga nombre? ¿O será que acaso hay más de un Dios en la biblia? Sabemos que los nombres tienen la función de identificar y diferenciar individuos; pues Jehová mismo pareciera contradecir su supuesta singularidad cuando en el primer mandamiento se declara celoso y prohíbe explícitamente alabar otros dioses.
Se puede razonablemente concluir que con toda probabilidad Moisés era consciente de no estar ante el Dios omnipotente único y de allí la razón por aquella peculiar pregunta. Estudiosos como el teólogo y pastor presbiteriano estadounidense Barry Downing así como el autor italiano y traductor oficial del Vaticano Mauro Biglino, entre otros, sostienen que la religión mosaica es el fruto de un encuentro con un ovni guiado por inteligencias extraterrestres. ¿No nos estará acaso Moisés revelando no el Creador espiritual trascendental intangible, sino un ser de carne y hueso perteneciente a esta dimensión y que los exegetas posteriormente quisieron convertir –en justificación de la organización religiosa, el control y el poder - en el supuesto dios supremo del universo?
“La
biblia es el libro más leído y menos examinado que cualquier libro que haya
jamás existido”
Thomas Paine, Político, filósofo,
revolucionario estadounidense.
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