Como bien solía notar el renombrado economista
británico John Maynard Keynes: estamos influenciados por corrientes y
tendencias ideológicas más de lo que solemos imaginar. Vivimos en sociedades
que condicionan, rodeados por medios informativos, doctrinas religiosas,
instituciones y sistemas educativos, políticos y económicos cuyo principal
resultado ha sido el habernos acostumbrado a aceptar toda una serie de valores,
pautas, nociones y normas predominantes como irrefutablemente validas, ciertas
y únicas.
Evaluar y atravesar por la diversidad de pensamientos
políticos y corrientes filosóficas existentes en nuestras sociedades no es
suficiente para llegar a obtener una cierta iluminación, aclaración o
equilibrio intelectual y escapar de tanta influencia ideológica. En realidad
generalmente sucede todo lo contrario: nos liberamos de una corriente
ideológica para luego irremediablemente caer en alguna otra. En esa incesante
búsqueda por la verdad y la elucidación, cuando pensamos al fin habernos
librado de toda influencia intelectual -o imaginamos haber inventado una línea
original de pensamiento - probablemente seremos, sin saberlo y tal como sugirió
Keynes, esclavos de alguna corriente ideológica anónima. Incluso los filósofos,
sabios y eruditos, a pesar de su capacidad de introspección y profundidad de
pensamiento, están sujetos y confinados por influencias dogmáticas, creencias y
nociones particulares.
Nuestros padres son los primeros responsables en
perpetrar y perpetuar esos condicionamientos, estilos y sistemas de vida
imperantes. Por supuesto, ellos no tienen la culpa, pues la heredaron en un
proceso que nadie en realidad sabe cuándo ni con quién comenzó, mantenido y
persistido por cada generación mediante una inercia subconsciente impulsada por
presiones de la misma sociedad. Esa educación implantada en el hogar a tan
temprana edad en el niño y reforzada por el sistema educativo formal, hace
realmente difícil, inclusive cuando se es adulto, lograr discernir el
condicionamiento impuesto y diferenciar el verdadero saber. Aceptar las cosas
simplemente por tradición impide un auténtico discernimiento; y, por
establecidos o convenientes que puedan ser ciertas costumbres y conformismos no
significa que sean válidos, o que no sean superables.
De modo que estamos desde temprana edad entrenados y
condicionados por la sociedad misma a vivir bajo ciertos esquemas, principios,
valores, estilos y formas de vivir particulares, a perpetuar los mismos, y a no
cuestionarlos. Víctimas de la cultura, si se quiere. Las ideologías funcionan
de la misma manera. Su intangibilidad las rinde difíciles de discernir; pero
detrás del sistema de vida imperante conocido y que todos damos por dado,
subyace una ideología, o conjunto de pensamientos, premisas y suposiciones
básicas particulares que lo definen, lo justifican moral e intelectualmente, y
constituyen su principal fundamento. Las costumbres y el tradicionalismo
refuerzan y perpetúan ese particular sistema asumido.
“Sólo el conocimiento que llega
desde dentro es el verdadero conocimiento.”
Sócrates (470 AC-399 AC) Filósofo griego.
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