El control mental,
también llamado control del pensamiento, lavado de cerebro, abuso mental, o más
elegantemente: persuasión coercitiva, se refiere a un proceso mediante el cual
un individuo u organización utiliza técnicas y métodos manipulativos para persuadir
a los demás a conformársele a sus deseos y hacerlos dependientes de sus
dictados.
La persuasión
coercitiva es una técnica de control mental más eficaz que cualquier forma de
coacción física como la tortura y las drogas ya que toma lugar en la psiquis y
de manera prácticamente imperceptible por parte de la víctima, eliminándole así
cualquier forma de resistencia. No se trata de implantes electromagnéticos
dentro del cerebro ni de alguna súper técnica telepática (aunque no se
descartan ulteriores desarrollos en tales direcciones); sino más precisamente
del control del pensamiento ejercido mediante el monopolio o concentración de
los medios de comunicación por parte de intereses elitescos poderosos
divulgando informaciones particularmente deseadas, incluyendo falsas, con el
fin de manipular la opinión pública. Aunque son métodos y técnicas cuyo uso es
generalmente atribuido a sectas, dictaduras o Estados totalitarios, sería una
ingenuidad pensar que tales ambiciones por el poder y el control, y uso de técnicas
y métodos manipulativos para tales fines, pertenezcan solamente a dichas
entidades.
La palabra propaganda generalmente viene
asociada con regímenes dictatoriales y difícilmente la relacionamos con la
democracia. Sin embargo, como bien expone el renombrado académico
estadounidense Noam Chomsky en sus extensos trabajos, quienes principalmente
han hecho uso de la propaganda no han sido, como comúnmente se piensa, los
regímenes totalitarios, nazi, estalinista, ni fascistas; sino los democráticos.
Cierto: cuando se tienen el garrote y el poder absoluto, la persuasión
psicológica no se hace tan imprescindible. Sin embargo, sistemas democráticos y
organizaciones liberales, incluyendo las religiosas, fundamentados en
estructuras jerárquicas en donde una minoría prevalece sobre la mayoría,
subsisten no necesariamente de la fuerza, sino precisamente de la persuasión y
la manipulación como métodos para obtener sus fines e intereses, lograr
consenso, y preservar el control y la jerarquía. Es decir, tal y como concluye
Chomsky: la propaganda es para la democracia lo que la violencia es para la
dictadura. O dicho de otra manera: la democracia no es más que la aquiescencia
de la mayoría a los dictados de las élites.
Nicolás Maquiavelo
sostenía que “si bien el príncipe debe persuadir al pueblo, convencerlo,
también debe emplear la fuerza, porque cuando ya no le crean se le puede hacer
creer por la fuerza..." Pero al mismo tiempo, también como parte de su
doctrina política, Maquiavelo mantenía que la astucia y el engaño a menudo son
más eficaces que el uso de la fuerza. Tales son las dinámicas del poder.
“Para manipular eficazmente a la
gente, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula.”
John Kenneth Galbraith, Economista
estadounidense.
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