La verdad existe

La Verdad, como decía el gran sabio de origen hindú Jiddu Krishnamurti, es una tierra sin caminos, inabordable, incondicional e imposible de entrar en su posesión. Más grande que el hombre, infinita, e inalcanzablemente más allá de toda concepción, comprensión, e intuición humana posible, es equivalente a Dios. Debido a las limitaciones humanas, solo podemos llegar a percibir una fracción de su inconmensurable magnitud, nunca su Totalidad; sin embargo no faltan en el mundo individuos, religiones u organizaciones que presuntuosamente afirman haber llegado a conocer la Verdad, a comprenderla en su totalidad, poseerla, y por tanto en una posición facultada y privilegiada para enseñarla y predicarla, o mejor dicho, imponer su versión.

Lo mismo se puede decir del universo. Infinito, con fronteras desconocidas, inexistentes e indeterminables, debemos humildemente reconocer y aceptar el hecho de que no somos nosotros, como especie humana, quienes establecemos las fronteras y las limitaciones de algo que aun estamos muy lejos de llegar comprender a plenitud como lo es la misteriosa naturaleza de este inconmensurable cosmos del cual somos parte y con el cual convivimos.

Sin embargo, tal como sucede con esa persistente tendencia humana que pretende definir lo indefinible limitando la infinita Creación reduciéndola en una doctrina, dogma o religión; así mismo tendenciosamente reducimos el universo infinito limitando sus potencialidades cuando lo definimos de acuerdo a nuestra limitada capacidad de comprensión humana, perspectiva y a nuestro momento actual.

¿Que el universo sea en realidad no infinito, sino finito como pretenderán algunos? ¿Acaso no es esta aseveración una muestra más que indica aquella tendencia egoísta en limitar el universo, lo indefinible, incomprensible, lo desconocido y lo divino de acuerdo a nuestras preconcepciones y limitaciones?

Siendo el universo infinito, es equivalente a Dios, ya que nada puede superar el infinito. Y tal como no podemos conocer las fronteras del universo, determinar sus limitaciones, ni juzgarlo, tampoco lo podemos hacer con Dios. Muchas religiones no aceptan esta realidad, esta conceptualización; sino que presumen a Dios como creador del universo, del infinito, como una Entidad separada de su creación y superior al universo creado. Sin embargo, en ambos casos, o conceptualizaciones, e independientemente de nuestras visiones, nos encontramos frente a un universo cuyas dimensiones, naturaleza y origen nos resultan prácticamente imposibles determinar. Podemos solamente creer. Y sin embargo, a pesar de no conocer sus fronteras, persistentemente juzgamos la Creación de acuerdo a las limitaciones de lo creado.

Afirmar o negar sobre la existencia de vida inteligente en otras partes del universo hace parte de este mismo tipo de deducciones, razonamientos y reflexiones. Cuando negamos la existencia de vida en el resto del universo no estamos haciendo otra cosa que limitar, circunscribir el universo infinito, al Creador Universal, de acuerdo a nuestra limitada percepción. Siendo la vida humana solamente una parte, una fracción de la realidad, no podemos conocer la Totalidad; ciertamente no conocemos ni siquiera una millonésima fracción de la totalidad del universo físico.

Entonces, ¿cómo podemos tener la certeza de negar la existencia de otra vida en el universo cuando no conocemos las fronteras ni las limitaciones de este inmenso universo, y especialmente cuando consideramos que, y desde un punto de vista no solamente teológico, estas otras vidas pudiesen ser parte, al igual como lo somos nosotros, de una misma creación, del mismo Dios? De lo contrario, ¿no estaríamos acaso incurriendo en una contradicción al negar la omnipotencia de este inconmensurable e inconcebible Creador Universal?

“La verdad existe. Sólo se inventa la mentira.” 
Georges Braque (1882-1963) Pintor francés