Sin duda que, aunque no nos demos cuenta o queramos reconocerlo, en realidad vivimos bajo toda una serie de influencias a las cuales pudiéramos llamar dogmáticas. Los dogmas no son solamente cosas del pasado; sería una arrogancia de la actualidad presumir que la nuestra es una era justa, iluminada y libre de prejuicios y de influencias ideológicas, intelectuales o dogmáticas. Tampoco se restringen los dogmas únicamente al campo religioso, sino que más bien abundan en innumerables aspectos de la vida cotidiana.
Un dogma es una creencia o doctrina establecida,
arraigada y autoritaria que puede ser sobre cualquier tema y campo y que se da
por verdad indiscutible sin espacio a la duda ni cuestionamiento alguno. Siendo
autoritarios e indiscutibles por su propia naturaleza, los dogmas son
básicamente un sistema de ofuscaciones, propaganda e ideologías que las élites
y cúspides jerárquicas presentan como “verdad”. Básicamente tienen la función
de promover la agenda de quienes se hallan en el poder, manteniendo el control
social, el statu quo y estructura jerárquica. Aunque generalmente son las
religiones las que hacen uso de dichos principios dogmáticos; en realidad cualquier
creencia, afirmación o teoría en el campo que sea, y sostenido por el tipo de
organización que sea, puede constituir o convertirse en un dogma.
Las varias doctrinas políticas y
económicas, y diversas corrientes de pensamiento que circulan, se basan en ciertos
ideales y preceptos como si fuesen verdades axiomáticas e infalibles, los
cuales en realidad son más bien presuposiciones, premisas y modelos particulares
asumidos. La elaboración de teorías científicas en la búsqueda por comprender
la naturaleza tampoco escapa a esta realidad. A pesar de ser considerada general
y, quizás inocentemente, como una disciplina imparcial, inequívoca e inmune a
influencias políticas, no hay que olvidar que la ciencia es esencialmente un
arte humano, y como tal, imperfecta y, tal como señaló Popper: falible. En
otras palabras, cualquier disciplina cuando obstinadamente y de forma rígida pregona
y pretende imponer supuestas realidades como absolutas sin permitir la
discusión, alternativas, ni su posible superación, incurre en dogmatismo corriendo
el riesgo de convertirse en religión. Es en este sentido que el ateísmo, y en
ciertos casos incluso la ciencia – el cientifismo-, pueden ser considerados
como una religión.
La realidad es más etérea, libre y
ecuánime de lo que presuponemos, pero el ser humano tiende a interpretarla a su
conveniencia y atribuirle un significado particular deseado, el cual mediante cúspides
jerárquicas y estructuras de poder tiende a ser sutilmente impuesto al resto de
la población condicionando y determinando su consciencia. No está dicho que
quienes se encuentran en las cúspides de la jerarquía no crean genuinamente en aquello
que profesan. De hecho, es precisamente cuando toda la estructura social, desde
sus vértices hasta la base, cree con profundidad y vehemencia genuina en algo
en particular, cualquiera que ello pueda ser, que se perpetúan tales creencias
y dogmas como si fuesen verdades.
“El mundo moderno está lleno de hombres que
sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son
dogmas.”
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) Escritor británico.
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) Escritor británico.
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