"Sostengo que la Verdad es una tierra sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión, por ninguna secta. La verdad puede ser descubierta por cualquiera de nosotros, sin la ayuda de autoridad alguna; al igual que la vida, está siempre presente en un sólo instante"

Jiddu Krishnamurti

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Wednesday, May 15, 2013

Vivencia dogmática


    Sin duda que, aunque no nos demos cuenta o queramos reconocerlo, en realidad vivimos bajo toda una serie de influencias a las cuales pudiéramos llamar dogmáticas. Los dogmas no son solamente cosas del pasado; sería una arrogancia de la actualidad presumir que la nuestra es una era justa, iluminada y libre de prejuicios y de influencias ideológicas, intelectuales o dogmáticas. Tampoco se restringen los dogmas únicamente al campo religioso, sino que más bien abundan en innumerables aspectos de la vida cotidiana.
Un dogma es una creencia o doctrina establecida, arraigada y autoritaria que puede ser sobre cualquier tema y campo y que se da por verdad indiscutible sin espacio a la duda ni cuestionamiento alguno. Siendo autoritarios e indiscutibles por su propia naturaleza, los dogmas son básicamente un sistema de ofuscaciones, propaganda e ideologías que las élites y cúspides jerárquicas presentan como “verdad”. Básicamente tienen la función de promover la agenda de quienes se hallan en el poder, manteniendo el control social, el statu quo y estructura jerárquica. Aunque generalmente son las religiones las que hacen uso de dichos principios dogmáticos; en realidad cualquier creencia, afirmación o teoría en el campo que sea, y sostenido por el tipo de organización que sea, puede constituir o convertirse en un dogma.
Las varias doctrinas políticas y económicas, y diversas corrientes de pensamiento que circulan, se basan en ciertos ideales y preceptos como si fuesen verdades axiomáticas e infalibles, los cuales en realidad son más bien presuposiciones, premisas y modelos particulares asumidos. La elaboración de teorías científicas en la búsqueda por comprender la naturaleza tampoco escapa a esta realidad. A pesar de ser considerada general y, quizás inocentemente, como una disciplina imparcial, inequívoca e inmune a influencias políticas, no hay que olvidar que la ciencia es esencialmente un arte humano, y como tal, imperfecta y, tal como señaló Popper: falible. En otras palabras, cualquier disciplina cuando obstinadamente y de forma rígida pregona y pretende imponer supuestas realidades como absolutas sin permitir la discusión, alternativas, ni su posible superación, incurre en dogmatismo corriendo el riesgo de convertirse en religión. Es en este sentido que el ateísmo, y en ciertos casos incluso la ciencia – el cientifismo-, pueden ser considerados como una religión.
La realidad es más etérea, libre y ecuánime de lo que presuponemos, pero el ser humano tiende a interpretarla a su conveniencia y atribuirle un significado particular deseado, el cual mediante cúspides jerárquicas y estructuras de poder tiende a ser sutilmente impuesto al resto de la población condicionando y determinando su consciencia. No está dicho que quienes se encuentran en las cúspides de la jerarquía no crean genuinamente en aquello que profesan. De hecho, es precisamente cuando toda la estructura social, desde sus vértices hasta la base, cree con profundidad y vehemencia genuina en algo en particular, cualquiera que ello pueda ser, que se perpetúan tales creencias y dogmas como si fuesen verdades.

“El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas.”
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) Escritor británico.

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