"Sostengo que la Verdad es una tierra sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión, por ninguna secta. La verdad puede ser descubierta por cualquiera de nosotros, sin la ayuda de autoridad alguna; al igual que la vida, está siempre presente en un sólo instante"

Jiddu Krishnamurti

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Sunday, December 4, 2011

Dios no es un objeto


¿Por qué esa tendencia en buscar a Dios fuera de uno mismo, en algún ídolo, estatua, secta, religión, sacerdote, edificio, etc.? Es tan arraigada y obstinada esa persistencia que por alguna extraña razón tendemos a ubicarlo - a pesar de su pregonada omnipresencia - hasta en los más recónditos de los lugares, como en las nubes, cielos, algún trono y otros sitios insólitos, tal como numerosos artistas han escenificado a través de los tiempos en cuantiosas obras de arte. Estamos tan acostumbrados, o condicionados quizás, a ver hacia afuera, que la última parte en donde lo buscaremos es adentro de nosotros mismos.
Pero Dios no es algo, un sujeto, ser o ente que mediante esfuerzo, plegaria o actitud encontraremos algún día pudiéndolo identificar o localizar y obtener respuestas, instrucciones o diálogos personales. Dios no es un punto de llegada, ni de partida; no es de izquierda, del centro, ni de derecha; tampoco tiene deseos ni preferencias particulares. No está en ningún lado, pero está en todas partes; es luz y oscuridad, amor y odio. Dios no obliga, condiciona ni presume; pero responde, o castiga según algunos. Dios es indefinible; pero ello permite que el hombre pueda definirlo como desee, y que piense lo que quiera. Es el todo y la nada, sin principio ni fin, instante eterno. “Dios es un círculo cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna”, dijo el griego Empédocles. El término Dios es en sí una corrupción, una limitación humana de lo que realmente es. Dios es nada de lo anterior y a la vez todo; es inalcanzable e infinitamente más grande que el hombre junto con todas sus especulaciones, filosofías, historias, religiones y verdades, y, por supuesto, escapa toda lógica y comprensión humana. Si fuese comprensible por nuestra mente no sería Dios.
El hombre, siendo solamente una fracción de la Totalidad que es la infinita realidad, no puede, a través de su limitada percepción y entendimiento, comprender ni divisar la Totalidad, Dios, el Infinito. Sin embargo, su arrogancia no le ha impedido querer reducir lo indefinido y divino a su limitada comprensión y términos, antropomorfizarlo y adueñársele como si de algo o una cosa se tratare. Es lo que las religiones han hecho: cada cual pretende ser la dueña de la verdad, de tener todas las respuestas y ser la palabra de Dios o su representante en una insolente soberbia y pretensiosa apropiación de lo inapropiable.
Pero Dios es demasiado grande para ser acaparado, poseído por ser humano, organización o entidad alguna. Toda definición que el hombre acuñe será siempre una reducción humana, una insignificante fracción representativa de su Ser. Tal como el libre, insuperable e inconquistable infinito permite su continua e indefinida exploración; así mismo Dios es un incesante e interminable proceso de búsqueda mediante el cual crecemos, expandimos nuestra conciencia y engrandecemos esa minuta fracción que es el ser humano. Podemos tener la certeza de que siendo equivalente al infinito, por más que tantos proclamen haberlo encontrado y otros pretendan monopolizarlo, Dios no ha sido, ni jamás será, conquistado por nadie.

“No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad.”
San Agustín (354-430) Obispo y filósofo.

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