Pero Dios no es algo, un sujeto, ser o ente que mediante esfuerzo,
plegaria o actitud encontraremos algún día pudiéndolo identificar o localizar y
obtener respuestas, instrucciones o diálogos personales. Dios no es un punto de
llegada, ni de partida; no es de izquierda, del centro, ni de derecha; tampoco
tiene deseos ni preferencias particulares. No está en ningún lado, pero está en
todas partes; es luz y oscuridad, amor y odio. Dios no obliga, condiciona ni
presume; pero responde, o castiga según algunos. Dios es indefinible; pero ello
permite que el hombre pueda definirlo como desee, y que piense lo que quiera.
Es el todo y la nada, sin principio ni fin, instante eterno. “Dios es un
círculo cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna”, dijo
el griego Empédocles. El término Dios es en sí una corrupción, una limitación
humana de lo que realmente es. Dios es nada de lo anterior y a la vez todo; es
inalcanzable e infinitamente más grande que el hombre junto con todas sus
especulaciones, filosofías, historias, religiones y verdades, y, por supuesto,
escapa toda lógica y comprensión humana. Si fuese comprensible por nuestra
mente no sería Dios.
El hombre, siendo solamente una fracción de la Totalidad que es la
infinita realidad, no puede, a través de su limitada percepción y
entendimiento, comprender ni divisar la Totalidad, Dios, el Infinito. Sin
embargo, su arrogancia no le ha impedido querer reducir lo indefinido y divino
a su limitada comprensión y términos, antropomorfizarlo y adueñársele como si
de algo o una cosa se tratare. Es lo que las religiones han hecho: cada cual
pretende ser la dueña de la verdad, de tener todas las respuestas y ser la
palabra de Dios o su representante en una insolente soberbia y pretensiosa
apropiación de lo inapropiable.
Pero Dios es demasiado grande para ser acaparado, poseído por ser
humano, organización o entidad alguna. Toda definición que el hombre acuñe será
siempre una reducción humana, una insignificante fracción representativa de su
Ser. Tal como el libre, insuperable e inconquistable infinito permite su
continua e indefinida exploración; así mismo Dios es un incesante e interminable
proceso de búsqueda mediante el cual crecemos, expandimos nuestra conciencia y
engrandecemos esa minuta fracción que es el ser humano. Podemos tener la
certeza de que siendo equivalente al infinito, por más que tantos proclamen
haberlo encontrado y otros pretendan monopolizarlo, Dios no ha sido, ni jamás
será, conquistado por nadie.
“No vayas
fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad.”
San Agustín
(354-430) Obispo y filósofo.
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