Un vistazo y
estudio general de la historia del mundo nos revela que desde sus más tempranos
orígenes el hombre ha ido progresivamente aglomerándose en sociedades siempre
más numerosas en una trayectoria milenaria que evidencia un lento, y a menudo
alterado, pero constante proceso de integración humana.
En eras
prehistóricas el hombre vivía esparcido por el globo en numerosos pequeños
grupos y clanes aislados autónomos sin ciudades, naciones ni estados. Pero
pronto descubrió que la unión hace la fuerza y mientras mayor es la
aglomeración, tribu o reino, pues mayores son las probabilidades de
supervivencia, particularmente en ambientes donde proliferan comunidades
vecinas agresivas y con apetitos territoriales. Según el prominente antropólogo
estadounidense Robert L. Carneiro, por el año 1.000 antes de Cristo existían
unas 600.000 unidades políticas autónomas en el mundo, las cuales mediante un
proceso de agregación, asociaciones y consolidaciones en tres milenios se
fueron reduciendo hasta convertirse en las aproximadamente 190 naciones que
conforman el escenario político global actual.
Pero la evolución
y cambios geopolíticos nunca han cesado. Estados Unidos se formó precisamente
tras una unión de estados. Europa desde los años 1950 ha ido lentamente
transitando hacia una similar unión de países: la Unión Europea. En Asia existe
una consolidación similar con la Organización de Cooperación de Shanghái: una
organización intergubernamental fundada en 2001 entre China, Rusia y otros
países asiáticos en la cual se incluyen la cooperación militar, económica y
cultural en un proceso de unificación que observadores comparan con la Unión
Europea. La Unión Africana es una unión de 53 países africanos que pretende la
integración política y socio económica del continente. En las Américas, el ALBA
y Unasur en el sur, y NAFTA en el norte, en líneas generales también persiguen similares
integraciones regionales.
Es decir, la
transición desde el localismo de antiguas tribus a las uniones de estados de la
actualidad y hasta llegar a ver los inicios de lo que pudiéramos llamar como el
continentalismo, la historia evidencia la inequívoca existencia de un gradual
pero certero proceso de reducción de regionalismos y de entidades políticas
autónomas hacia la unificación. Quizás ese proceso no cese allí y acaso
continúe hasta eventualmente convertir al mundo entero en una única gran aldea
o nación globalmente integrada y bajo una única autoridad mundial. Según
Carneiro esta tendencia no solamente es inevitable, sino que está “cerca de la
mano”.
Albert Einstein
inclusive consideraba la creación de un gobierno mundial como única alternativa
para la salvación de la raza humana. Otros sin embargo advierten sobre el
riesgo de que un tal gobierno pudiera llegar a transformarse en una tiranía de
extensión global. La pregunta queda abierta a consideración sobre si será este
tipo de solución la única opción y camino para definitivamente eliminar
conflictos y guerras y lograr verdadera paz y prosperidad global.
“El único interrogante de
nuestro tiempo no es si el Gobierno Mundial será alcanzado o no, sino si será alcanzado
pacíficamente o con violencia. Se quiera o no, tendremos un gobierno mundial. La
única cuestión es saber si será por concesión o por imposición”.
James Paul Warburg, Patrón del grupo financiero S.G. Warburg,
miembro de la Round Table y del CFR, ante una comisión del Senado
estadounidense.
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