Una perspectiva, aunque algo ingenua, es
la que tiende a culpar como la causa de los conflictos a la incomprensión, el
error, o percepciones equivocadas de las partes. Una visión menos inocente, y además
ampliamente corroborada por la historia, es la que atribuye el origen de las guerras
a la ambición hegemónica, al afán por la imposición, la dominación, y la
adquisición de territorios, recursos y de riquezas materiales. La razón
económica es sin duda alguna primordial, relacionándose además con la
preservación de un determinado orden de cosas que el conflicto armado, o su
amenaza, ayuda a mantener e institucionalizar. El sector económico militar de
las grandes potencias es capaz de inducir, mediante su influencia, un conflicto
bélico con el solo propósito para su beneficio industrial, o para el de una
poderos élite o clase dominante y status quo. Según Marx, la guerra es el
resultado de la lucha por la competición de recursos y mercados entre las
potencias imperiales; mientras que Malthus la atribuye a la expansión
demográfica y consecuente lucha debido a la siempre mayor escasez de
recursos. Aunque existe la visión que
considera al ser humano como un animal inherentemente agresivo y competitivo, y
la guerra una extensión natural y consecuencia inevitable, en realidad es más apropiado
y sano considerar la guerra no como una consecuencia inevitable de la
naturaleza, sino del sistema de vida imperante asumido por el hombre. En fin,
aunque se debate sobre su origen, lo cierto es que la determinación de conducir
una población a un conflicto armado no es una decisión generalmente tomada de
manera democrática por el pueblo, sino exclusivamente casi siempre por una
minoría gobernante.
Quizás una de las mejores ilustraciones
en cuanto a esta nefasta realidad nos la da Hermann Goering, lugarteniente de
Hitler y comandante supremo de la Luftwaffe, cuando en una declaración durante
los juicios de Núremberg dijo lo siguiente: “Naturalmente que el pueblo no
quiere la guerra. Ni en Rusia ni en Inglaterra ni en América y por ese mismo
motivo ni en Alemania. Es comprensible. Pero al fin y al cabo son los líderes
de un país los que dictaminan la política y es simplemente cuestión de
arrastrar a la gente a la guerra, sea una democracia, una dictadura fascista,
un Parlamento o una dictadura comunista (…) Con voz o sin voz, siempre se podrá
lograr que la gente haga lo que quieran sus líderes. Es fácil. Todo lo que
tienes que hacer es decirles que están siendo atacados y denunciar a los
pacifistas por falta de patriotismo y por poner en peligro al país. Funciona de
la misma manera en todos los países.”
“La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para
provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran.”
Paul Ambroise Valéry (1871-1945) Escritor francés.
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